Hace unos días reflexionaba sobre la relación entre mujeres/hombres y máquinas. Pensaba en lo que hemos hecho en nuestro sistema educativo hasta la fecha: hacer que los humanos actúen más como máquinas en un momento en que las máquinas se están volviendo más humanas. Las máquinas saben hacer muy bien aquello en lo que sabemos cuál debe ser el resultado, pero nosotros somos buenos en lo vago, lo ambiguo… Las máquinas no pueden reemplazar el significado de lo que hacemos: no pueden crear respuestas para nosotros, pues nuestras respuestas se encuentran dentro de nosotros mismos. En un mundo más robotizado, las emociones son como las juntas tóricas del Nobel de Economía Michel Kremer, cuantos más robots más aumentan su valor.

Durante años, los humanos hemos renegado de lo humano, lo humano era baladí, banal, insignificante, insustancial, nimio e intrascendente, y ha tenido que llegar una combinación de plástico y metal aspirante a humano para que nos demos cuenta de la importancia de ser humano.

Hoy, queremos demostraros que nosotras somos humanas, que a veces, a pesar de querer hacer las cosas bien, nos equivocamos, que unas veces reímos y otras lloramos, que unas estamos felices y otras enfadadas. Lo dicho, que somos humanas. Así que os dejamos con esta perla: algunas de las muchas tomas falsas que hemos tenido que hacer hasta conseguir estar orgullosas de nuestro trabajo, orgullosas de ser humanas.

Esperamos que más allá de que os gusten, os hagan reír, que buena falta nos hace 🙂

 

 

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